viernes, octubre 26, 2018

DE VERANEO


Familia de talaveranos (Broncano) en Figueira da Foz. Finales de los años 20 del siglo XX.

Esto de irnos de veraneo nos viene de largo.
En el siglo XIX se empezó a poner de moda tomar los baños de mar y de sol como un remedio para algunos males y enfermedades, tanto físicas como psicológicas. La realeza y todo su séquito pusieron de moda estos baños y el resto de la población, en la medida de sus posibilidades, fue haciendo lo mismo: en agosto al mar.
Los centro-europeos e ingleses viajaban a las costas del Cantábrico buscando el sol y la bonanza del clima español. Mientras que las monarquías y, por imitación, las clases más pudientes elegían sitios emblemáticos como Biarritz, las clases medias y/o menos acomodadas se conformaban con playas más populares, donde los precios eran más asequibles.
Todo esto en el norte de España, pero qué ocurría en Extremadura? 
Aunque nos pudiera parecer lógica la respuesta de que era ir a las playas del sur, Huelva o Cádiz, nada más lejos de la realidad.
Los extremeños, también podemos hablar de castellanos y madrileños, optaron por las playas de Portugal. 
A principio del siglo XX eran habituales las crónicas en los periódicos que nos relatan las salidas y llegadas de familias extremeñas, más concretamente badajocenses (es lo que más hemos rastreado por nuestro interés particular) a los lugares de veraneo.
También recordamos haber visto fotografías, lástima que en su momento no consideramos oportuno sacar copia y algunas han perdido el mundo de vista y otras en paradero desconocido.
Pero Portugal, qué parte de Portugal?
La zona más concurrida por nuestros paisanos en el país vecino era la Costa da Prata, la reina de las playas portuguesas, como se la conocía en aquellos tiempos. Esta playa abarca desde Peniche (al norte de Lisboa) hasta Aveiro (sur de Oporto), más o menos.
Y al igual que en el norte de España había una división de destinos según el nivel económico, en estas playas ocurría lo mismo. 
Las clases más privilegiadas se acomodarían en Estoril y Cascais y la clase media optaría por destinos como Nazaré o Figueira da Foz.
Esta playa ofrecía una oferta turística muy interesante para los veraneantes badajocenses, hoteles, habitaciones y casas de alquiler, bares y restaurantes, casinos y salas de juego (muy de moda en esos años) y los inevitables bailes en funciones de mañana, tarde y noche. También ofertaban, según la prensa de la época, toros, regatas, tenis, carreras de caballos, concursos de tiro,… todo un completísimo programa de actos para los amantes de la diversión, estamos en los felices años 20 del siglo XX. Y con unos precios mucho más asequibles que los que tenían otras playas como las de Cascais o Estoril, y muchísimo más baratas que las del norte de España.
Otro factor determinante para que nosotros y nuestros vecinos optaran por estos destinos era el tren. Sí, el ferrocarril. Desde que se construyó la linea de trenes que se adentraban en Portugal, estamos hablando de la segunda mitad del siglo XIX, era mucho más fácil acceder a este país y a todo lo que nos pudiera ofrecer. Este tren pasaba pasaba por Badajoz con destino a Lisboa y se ramificaba al norte hasta Oporto, que era la línea que nos interesa reflejar en este artículo.
Este tren era conocido entre los veraneantes como el “Tren Botijo”, imagínense por qué le pusieron ese nombre. 
Y los talaveranos también disfrutaron de estas salidas de verano. 
Talavera, desde mediados del siglo XIX, ya tenía estación de tren, aunque al otro lado del Guadiana, pero era muy frecuente usar este medio de transporte, no solo para el veraneo, también para los viajes comerciales, transportes de mercancías, desplazamientos a Badajoz, Mérida y otras poblaciones… El que estuviera tan distante del pueblo sería una de las causas para que tuviera tan poco uso y acabara desapareciendo.
Como apuntábamos más arriba, la prensa se hacía eco de las salidas y llegadas de veraneantes al pueblo. Curiosamente, y aunque las familias se iban completas, el padre de familia podía ir y volver en varias ocasiones. Tengamos en cuenta que el mes por antonomasia de vacaciones era agosto y en sitios como el nuestro estamos en pleno apogeo de la actividad agrícola (cereal) y ganadera. Así mientras las mujeres y niños veraneaban los hombres hacían de “Rodríguez”.
La presencia de badajocenses y talaveranos era tan numerosa que según un periódico de la época, “El Correo de la Mañana” del 20 de agosto de 1920 publicaba la noticia de la función religiosa que había organizado la comunidad de Badajoz en Nazareth. 
Con motivo de la celebración del día de Santa María de Agosto (15 de este mes), oficiaron una solemne misa en la iglesia, ante la imagen de Ntra. Sra. de Nazareth, el beneficiado de la catedral de Badajoz, D. Delfín Carballar, el Chantré de esta misma catedral D. Enrique Triviño y el cura párroco de Talavera la Real D. Jesús Aponte Ponce. 
La parte musical estuvo en manos del organista de Talavera la Real, D. Manuel Ortiz y un coro de señoritas entre las que figuraban las sobrinas del cura de nuestro pueblo, las señoritas Adelina y Elia Sánchez Aponte, y quizás alguna talaverana más por los apellidos que se mencionan.
Tal fue el éxito de la función que las autoridades portuguesas invitaron a los participantes a repetir la función el siguiente fin de semana.
En fin, que disfruten del veraneo, los que puedan, otros, de momento, seguiremos en el tajo.

Cristóbal Cansado y Antonio Gómez. Julio de 2018.

Publicado en el diario digital "Talavera con V" el 7 de julio de 2018.

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