lunes, octubre 15, 2012

EL QUEJÍO DE LA RISCA

EL QUEJÍO DE LA RISCA



Foto 1. Cortijo de la Risca.


AGRICULTORES
Hasta que no lo veía entrar por la puerta del chozo no me quedaba tranquila, sobre todo si ya era entrada la noche.

-          Me teníah en vilo.
-          ¿Y eso?, ¿Por qué?
-          No sabía si te podía habé pasao algo con el Quejío…
      -          Anda qué, ehtáh apañá, mujé. Eso no son máh que inventoh de la gente.

Pero a Josefa no se le arrimaba la camisa al cuerpo, en el fondo ella creía que algo tenía que haber, cuando tanta gente hablaba de lo mismo.



 Foto 2. Familia de agricultores, en el patio del cortijo de la Risca.


Así me comentaba esta mujer sus vivencias en los chozos de la Risca, allá por los años cuarenta del pasado siglo.
Este matrimonio pertenecía al gremio de los agricultores, que tenían una versión del Quejío diferente a la de otros gremios.
Los agricultores narraban como un día, hace mucho tiempo, arando con una yunta de mulas, se hundió el arado y apareció una habitación subterránea llena de esqueletos y huesos. Estos esqueletos eran los que daban los quejíos. Sobre todo de noche. Aunque taparon la habitación los quejíos se seguían oyendo. Eran almas en pena, por alguna afrenta sufrida mientras vivían. Y que como consecuencia de esto fueron a parar con sus huesos al fondo de esa fosa. Ahora y por los siglos de los siglos reclamaban su derecho a la justicia para poder descansar en paz.
Para ellos, el quejío venía del cerro cercano al cortijo. 



Foto 3. De matanza en los chozos de la Risca, al fondo el Cortijo. 


PASTORES Y GANADEROS
Otro de los gremios que se verían amenazados por estos quejíos eran los ganaderos. Pastoreaban sus rebaños de ovejas, vacas y cabras por los extensos campos de la finca La Risca.
Ellos también escuchaban el quejío. Sobre todo a medio-día. Acostumbraban a mover los matorrales, zarzas, jaras, con las cayadas y garrotes para que saliera el quejío.  Como aquel pastor que, envalentonado un día, golpeando las matas de jara se atrevió a entablar conversación con el quejío:

Si eres un alma en pena
Dime de donde vienes.
Y si estás vivo,
Dime que quieres.



Foto 4. Familia de pastores delante de uno de los chozos de la Risca.


Los pastores menos crédulos comentaban que el quejío era el sonido que emitía algún tipo de ave de la familia de las lechuzas, buhos. Abundantes en la zona.

Aún así corría entre la población el chiste:

Un jatero de camino / un cura a cazá perdigones se cagaba de miedo al escuchar el quejío de la Risca o el sonido de la lechuza o cárabo. Se puso detrás de unas zarzas para cagar. Pero se quedó enganchado con los pinchos de la planta y pensó que alguien lo estaba agarrando y no lo soltaba. Así se inició la conversación entre el personaje y la lechuza. A lo que él le decía, la lechuza contestaba con su sonido. Hasta que llegó la luz del día y se dio cuenta del engaño.



Foto 5. Pastores con las ovejas en la finca de la Risca. 


CAZADORES, TRAMPEROS
Otro gremio que recorría los parajes de la Risca eran los cazadores, tramperos y alimañeros. Se dedicaban a la caza menor, liebres, conejos, perdices, codornices, palomas, pájaros, pero también los había que se empleaban en cazar ranas, en las grandes charcas que se formaban en invierno, topillos y a veces culebras. Para ellos el lugar peligroso estaba en el Pozo de la Mina. De sus profundidades salía el Quejío. Muchas veces acompañado de los murciélagos que se guarecían en su interior durante el día, y salían en bandadas a la caída del sol. Todo esto hacía al Pozo de la Mina como un lugar siniestro para los más crédulos. Este era un pozo muy hondo, de ahí el nombre, y con un agua inagotable (algunos campesinos se referían a él como el pozo al que las mulas tenían que dar muchas vueltas hasta que los primeros carillones venían con agua)  ni en tiempos de extrema sequía. También a esto último atribuían el nombre del pozo, refiriéndose a que era una mina por lo abundante y rica en agua.



Foto 6. Matrimonio en la finca de la Risca. Se puede observar el terreno, solo apto para la ganadería.


VERSIÓN LITERARIA
La versión culta del quejío nos la da Antonio García Orio-Zabala en su novela “La última fanega”.
Propietario de la finca la Risca por bienes gananciales de su mujer, de la familia de los Grageras, propietarios de esa inmensa finca y que con el paso de los años fue disgregándose con las sucesivas particiones de herencia.
Como conocedor de la finca, de sus trabajadores, de sus historias, seguro que habitó en su cortijo en temporadas, y escuchó la leyenda del Quejío, contada por aquellos campesinos y pastores. Incluso le pudo ser contada por miembros de la familia de su mujer.



Foto 7. El pozo de la Mina. Pozo para el ganado, se puede ver la larga pila que sirve de abrevadero.


“se contaba…que hace cientos de años un Aguilera, amo de “La Mojara”, halló la muerte en pecado mortal y Nuestro Señor le impuso el castigo de llorar su alma por estos campos durante años y años y era de ver cómo los hombres más valientes del contorno se horrorizaban cuando en las noches de calma bajaba de lo alto de la sierra el lamento del pecador implorando clemencia… Por fortuna, mucho tiempo después, otro Aguilera quiso hacer bien por el alma de aquel antepasado y dedicó toda su vida a la oración y penitencia y fue tan santo y tan humilde que la Iglesia lo hizo obispo y sus padres le dejaron “La Mojara” para que con su presencia desaparecieran los temores que acobardaban a los campesinos de estos contornos.
Algunos de los muchachos, intentaba quitar miedo al relato y aseguraba que el lamento era el graznido de cualquier pajarraco nocturno.
-Eso dice mi padre- afirmaba Valentín, encantado de que no existieran fantasmas y almas en pena en aquella dehesa donde tanto disfrutaba.
Pero el viejo pastor movía lentamente la cabeza y sembraba la duda de nuevo en los corazones infantiles.” (Pags. 38-39).
 En otros pasajes de la novela, Antonio García Orio-Zabala hace alusión a otros de los lugares relacionados con el Quejío: el Pozo de la Mina. Lugar al que a nadie le gustaba acercarse. Pasaje de los albañiles (pags. 394-395).
En otro pasaje:
“Sabía que a Brígida se la temía tanto como al “quejío de la Mojara(Pág. 393).



 Foto 8. Difícil apreciar la profundidad del Pozo de la Mina. Con esta fotografía se puede ver como no parece tener fin.


LA RISCA
Es una finca situada en la carretera que va de Badajoz a La Corte de Peleas. En las inmediaciones de Alvarado.
Actualmente se encuentra dividida en numerosas partes después de diversas particiones por herencias.
Era un núcleo importante de población, formada por un cortijo como vivienda principal de los dueños y caseros que se ocupaban del mantenimiento de este edificio (Actualmente no queda nada en pie de este cortijo, sólo se conservan el pozo con la pila y la alberca). Además contaba con diversos grupos de chozos ocupados por los pastores y agricultores que trabajaban en la finca.



Foto 9. Restos de la escuela unitaria que existía en la finca de la Risca para atender a los niños y niñas de esta finca y de cortijos y chozos de los alrededores.


Cada familia disponía de varios chozos para su uso y disfrute, uno para dormir, otro para cocina y despensa, otro para las gallinas y, en el caso de los pastores, uno para elaborar y curar los quesos.
Estos chozos se agrupaban por afinidad familiar, padres, hijos y hermanos, formando pequeñas colonias a las que se ponía nombre. Así el primer conjunto de chozos según se llegaba se le conocía como San Roque, al que estaba situado en la zona más alta del terreno, San Juan, y a otro más apartado de estos, la Picuriña. Todos estos nombres hacen referencia a barrios de Badajoz.
Era este un caldo de cultivo ideal para la propagación durante siglos de la leyenda, historias y anécdotas que rodeaban al Quejío de la Risca, en las largas y frías noches de invierno al calor de la lumbre, en verano en las cálidas noches al cobijo del cielo raso y estrellado.
Era tan numerosa la población que la finca llegó a contar con una escuela unitaria pública, actualmente en estado ruinoso, para los niños de la Risca y fincas colindantes.



Foto 10. Restos del pozo del cortijo de la Risca. Uno de los pocos elementos que permanece en pie.


Es así como nos podemos imaginar a una población crédula en estas historias y leyendas atemorizada, preocupada y siempre alerta ante la posibilidad de oir el Quejío de la Risca, encontrarse con el alma en pena… Y de los menos crédulos también, todo es cuestión de que se dieran las circunstancias apropiadas para que cualquiera perdiera el control ante el mínimo y extraño sonido.

En la actualidad se ha perdido prácticamente la leyenda. Hay que recurrir a personas muy mayores y estrechamente ligadas a la Finca de la Risca para que recuerden vagamente lo que aquí os he narrado.
En la memoria colectiva prevalece el significado del Quejío de la Risca como un lamento monótono y machacón que repite alguien que se queja, por un dolor, por una angustia, por una pena. Y solemos decir estás o tienes el Quejío de la Risca.



Foto 11. Otro de los elementos que permanecen en pie del Cortijo de la Risca, la alberca.


Equipo de Investigación del Grupo de Coros y Danzas “Luis Chamizo”.
Cristóbal Cansado González y Antonio Gómez Broncano.