Desde Roma, FELIZ NAVIDAD:
Una mirada entrañable al S. José
de mi pueblo, recien restaurado.
Abdón Moreno
Primer plano de las imágenes de San José y el niño Jesús de Talavera la Real.
Tengo
que reconocer que al llegar la Navidad, siempre me pareció misteriosa y tierna
la presencia de S. José en el Portal de Belén. Casi siempre la iconografía del
Portal, lo pone con los ojos fijos en el Niño, otras veces mira al cielo o a
María, y otras muchas mira directamente a la humanidad. Qué ternura en el
Nacimiento de Luis de Morales (1509-1586) de la Col. Marquesa de Santa Cruz, o en el de J.A. de Frías y Escalante
(1633-1670) del Museo de Sevilla. Qué sosiego en la Adoración de los pastores
de B.E. Murilo (1618-1682) del Museo del Prado; o en la de V. Juan Masip
(1475-1546) del Museo de Bellas Artes de Valencia. Qué alegría desprende
jugando con el Niño y el perro en la Sagrada Familia de Murillo, del Museo del
Prado. Qué generosidad entregando el Niño a María, en la sagrada Familia de
Alonso Cano (1601-1667) del Convento del Ángel de Granada. Qué confianza con el
Niño, coronado de laurel por los ángeles, y acercándolo a su cintura en el S.
José y el Niño del Greco (1540-1614) del Museo de Santa Cruz de Toledo. Qué
señorío y elegancia muestra el Spañoleto (1591-1652) del Museo del Prado.
Y para terminar con Eugenio
extremeño: Qué humildad ante Cristo Resucitado, en la impresionante
(2.52x1.66cm) Coronación de S José de Francisco
Zurbarán (1598-1664)
A
lo largo de los siglos, la Hª del Arte ha derrochado múltiples obras de arte
para cantar y venerar la vida del carpintero de Nazaret, y la Iglesia ha
dedicado a S. José un culto de intensidad creciente, que al principio fue más
bien privado, y que con carácter público comenzó en las Iglesias Orientales ya
en el siglo II, con testimonios más decisivos en el IV y V. En la Iglesia latina
el culto público a S. José comienza en el siglo IX, y se generalizó a partir
del s. XIII. El Papa Sixto IV (1471-1484), en el siglo XV, instituye la fiesta
litúrgica y ordena incluirla en el Breviario y en el Misal.
Detalle de la túnica y el manto de San José en proceso de restauración.
1.- Introducción
En
el año 1971, cuando yo era un joven estudiante de Filosofía, se cumplía el
primer Centenario de la proclamación de S. José como Patrono Universal de la
Iglesia. Fue el Papa PIO IX quien lo declaró así en sus Letras Apostólicas
Inclytum Patriarcham, de 7 de junio de 1871. Ese mismo año, el Ministerio de
Educación y Ciencia organizó en Madrid, para celebrar el susodicho aniversario,
una magna Exposición San José en al arte español en el Museo de Arte
Contemporáneo, dirigida por D. Florentino Pérez-Embid, a la sazón Director
general de Bellas Artes. Tuve la inmensa suerte de visitar dicha Exposición
cuando yo contaba 19 años, y despertó tal admiración y tal interés en mí, que
me lancé como un pequeño neófito a descubrir al S. José de mi querido pueblo,
Talavera la Real. Yo me decía en mis adentros: “El S. José nuestro es más
bonito que todos estos”. Era el furor de un neófito talaverano que va
descubriendo el mundo del Arte, que desembocó en mirar y remirar, observar,
escrutar, valorar y sopesar el valor artístico del S. José de Talavera.
Detalle de San José y el niño antes de empezar el proceso de restauración.
Cuanto
he buscado desde entonces cualquier documentación histórica que pudiera
ayudarme a estudiar la autoría y la biografía cronológica de dicha imagen, sin
haberlo logrado hasta el momento. Ni los Archivos del Arzobispado, ni el Archivo
de la Parroquia de Talavera, ni el Archivo histórico provincial, han dejado
huellas de la cuestión.
A
diferencia de nuestro impresionante Retablo Mayor de la Parroquia de estilo
plateresco, del cual hemos conseguido toda la documentación notarial de los
contratos con sus autores, tallistas, pintores, doradores, estofadores… De S.
José no sabemos, científicamente hablando, ni quien fue su autor, ni cuando se
hizo, ni qué talaveranos tomaron la decisión de encargar tan maravillosa
escultura de su Patrón.
2.- Poema de la nostalgia
En
fin, cuarenta años de rastreos y búsqueda insaciable, llenos de entrañables
recuerdos espirituales y festivos, tras las huellas de S. José. Cuando uno ha
pasado tantos años fuera de su pueblo
se le pone alma de emigrante. Que le pregunten sino a los talaveranos que se
fueron a Alemania o a Cataluña. La nostalgia por las propias raíces crece
sobremanera, e incluso se idealiza la propia mismidad que hunde sus raíces en
un paisaje, en un olor, en unas calles o plazas donde jugaba cuando niño; en
unos rostros que giraban alrededor de las Luminarias la víspera de la fiesta;
alrededor de la Novena, de la Procesión, del Traslado a la Parroquia; del beso
de la Medalla en la despedida del Patrón. Las mujeres talaveranas limpiaban las
fachadas, estrenaban sus trajes, hacían dulces caseros en el horno; las
empanadas lucían el ojaldre mas fino que nunca; los famosos moldes de lata se llenaban de manteca para
las magdalenas talaveranas (Todavía hay en el doblao de mi casa un cajón de
madera con dichos moldes). Se mandaban bandejas de dulces a las casas que
tenían luto (¡Qué bonita costumbre! Parece que estoy viendo entrar por la
puerta de mi casa a Antonia Codosero con una enorme bandeja de dulces, cuando
murió mi padre).
Es gratamente inolvidable mi
infancia de monaguillo cuajada de bellos recuerdos talaveranos y josefinos. En
mi casa era el día más importante del año, había que ponerse gemelos en la
camisa y zapatos nuevos. Mi madre, tan devota de S. José, estrenaba abrigo de
verano con bolso y tacones altos para la Misa, y entraba en la Iglesia de su
pueblo del brazo de mi padre, con sus cinco hijos, con la dignidad de una reina
que retorna del exilio. ¡Cuánto le gustaba a mi padre verla con tacón alto,
cuánto le gustaba lucirla! (Esta idea no es míea, me la dijo Trini la Milana en
una boda, y se me saltaron las lagrimas de orgullo). Que perdone el lector esta
intromisión en mi intimidad familiar, pero que procure entender que no puedo
separar a mi madre del día de S. José, y baste para ello una sola razón: He
tenido la suerte inmensa de parte de Dios, de tener los mejores profesores de
Europa, tanto en Roma como en Friburgo en Alemania, tanto en Jerusalén como en
Inglaterra, y hoy tengo el orgullo de decir, que nunca nadie me enseñó tanto de
la vida como mi madre. Lo más importante que sé en mi vida me lo enseñó ella;
los fundamentos más hondos que dirigen mis decisiones los puso ella; y todavía
hoy, cuando me llega la perplejidad a la hora de tomar decisiones, miro al Sagrario
y le pregunto a Jesucristo. ¿Qué haría mi madre ahora? Y os aseguro que siempre
encuentro una inmensa luz para actuar con la
seguridad de que eso es lo que haría mi madre.
En esta imagen podemos observar algunos de los desperfectos.
Corona de fiesta de San José.
Aquel precioso día del Patrón de Talavera hicimos la primera comunión todos mis hermanos. Y lo más importante para nosotros, ese bendito día de S. José podíamos invitar a todos los amigos a comer dulces en casa después de la Misa. Como no me voy acordar de aquellos baños vidriados llenos de perrunillas, de mantecados, de magdalenas que llenaban la despensa; de la lumbre más encendida que nunca con los calderos llenos de empanadas y flores; cómo me voy a olvidar del rechupeteo con los dedos del relleno de los mangos.
Que
disculpe el lector estos suspiros de la infancia. Justo es que quien lleva
fuera de su pueblo desde los diez años no se olvide de los huesos de sus
abuelos. Sólo intentaba darle un aire casero a mi pluma, un tono de intimidad
familiar, -casi de mesa de camilla, o de tertulia de velatorio, cuando
empezamos a contar las anécdotas de niños- a la hora de hablar de la
restauración de S. José. Vamos al toro.
3.- Iconografía de S. José
La
iconografía de S. José en la Historia del Arte se extiende y despliega en torno
a 15 núcleos temáticos. En torno a esos núcleos se han producido en el arte
universal diversas manifestaciones en epigrafía y mosaicos, en el arte
paleocristiano y bizantino; en pintura y escultura, en orfebrería y linotipias,
grabados y frescos, cantorales, breviarios y unciales, desde el alto medioevo
hasta nuestros días.
Huida a Egipto. San José, la Virgen y el niño Jesús. En el retablo de la parroquial de Talavera la Real.
Los
referidos núcleos progresan en su orden biográfico:
1.- S. José solo.
2.-Los desposorios.
3.- La visitación de Isabel.
4.- Las dudas de José.
5.- El nacimiento de Jesucristo.
6.- La adoración de los pastores.
7.- La presentación de Jesús en
el templo.
8.- La adoración de los magos.
9.- la huida a Egipto.
10.- La sagrada familia.
11.- S. José y el Niño.
12.- Jesús entre los doctores.
13.- El taller de Nazaret.
14.- La coronación de S. José.
15.- La muerte de José.
La
imagen de nuestro patrón había perdido toda la viveza y colorido propias de la
época en que fue tallada, segunda mitad del s. XVIII, cuando el barroco está ya
apuntando al rococó. Nuestra imagen tiene mucho movimiento en los pliegues de
su manto, y en los contrastes de su policromía, así como en la postura del Niño
y su ropaje. Iconográficamente tiene una característica muy bella y original:
S. José está mirando al Niño, como si sólo existiera para El, mientras que el
Niño solamente mira al pueblo. Esa mirada tiene una ternura y una alegría muy
especial, quizás solo superada por la mirada sonriente del S. José del
Espagnoleto, José de Ribera (1591-1652), o por la de Zurbarán en La adoración
de los Reyes del s. XVII.
Detalle de la cara del niño Jesús en el proceso de restauración.
La
iconografía de S. José normalmente lo presenta como un anciano venerable y
bondadoso. Pero ésa no es la imagen teológicamente más probable e
históricamente más verosímil.
Por la costumbre de los
esponsales, por la altísima responsabilidad del ministerio paternal que Dios
iba a confiarle, y hasta por la necesidad de duros y constantes trabajos para
sacar adelante la vida del Niño y de su Madre, el Carpintero sería un varón
fuerte y joven, poco mayor de aquella doncella con la que se había desposado.
Hemos de recordar que los esponsales judíos se realizaban cuando la mujer tenía
entre 14 y 16 años, aunque la boda oficial fuera un poco después.
Potencias del Niño Jesús con las esmeraldas.
Nuestra
imagen tiene la soberana belleza de la juventud, en la que el artesano de
Nazaret tiene la prestancia física que necesitó en el largo viaje a Egipto, y
en los años de dura brega y de protectora intimidad hogareña. Precisamente eso,
es lo que más me gusta del S. José de mi pueblo, que es un joven apuesto entre
los 25 y 30 años. Curiosamente, las dos imágenes de S. José que muestran los
preciosos bajorrelieves de nuestro retablo mayor del s. XVI, también presentan
a un S. José joven lleno de energía y vitalidad.
La Presentación en el Templo. San José, la Virgen, el Niño y el Sacerdote. Retablo mayor de la Parroquial de Talavera la Real.
La
restauradora de la Catedral de Badajoz, Almudena Villar, procede a la limpieza
de todos los óxidos de los barnices de diferentes épocas, y afronta una
restauración en profundidad de la imagen de S. José, recuperando todas las
texturas originales, y estucando las rajas y desperfectos, a la vez que
reintegra todos los elementos que faltan. El resultado es una maravilla, propia
de una gran profesional.
Nuestra
imagen de S. José presentaba varios problemas.
La principal, varias rajas en la madera que había roto el estucado de la
imagen, una de ellas atravesaba su cara, otra mas acentuada corría a lo largo
de la espalda. Junto a ello, todo el interior del manto estaba absolutamente
repintado en un gris tosco que le daba cierta
tristeza. Además, todos los barnices de diferentes épocas, de desigual
calidad estaban oxidados y le daba a la imagen un tono amarillento inapropiado,
y que no respondía en absoluto al original.
Por
otra parte, el Niño tenía partidos varios dedos, que había que reintegrar; y el
paño sobre el que se asienta, presentaba repintes que no responden al original.
Detalle de la mano del Niño antes de ser restaurada.
A
la postre, todo el vestido del santo estaba sucio y oxidado, que impedía ver el
oro original y los colores vivos de la decoración del mismo.
Ante
todo lo cual, la Cofradía de S. José afronta la cuestión, y toma la decisión de
restaurar a su titular, con el agrado y colaboración de todos los talaveranos.
Avisamos
al lector que observe en las fotos media cara limpia, un ojo
repintado y otro ya limpio.
Al
igual, en las fotos se puede observar el medio forro del manto limpio en
sus tonos verde y plata, que le han dado una viveza y una alegría a la imagen,
de la que estaba privada.
Detalle del manto de San José. Estaba repintado y se va sacando el tono original.
En
las fotos se ven muy bien los oxidados amarillentos, los ojos
repintados con maquillaje, y el paño en el que sujeta S. José al Niño color
marrón, que no tiene nada que ver con el burdeos y plata del original.
El
lector puede observar en la siguiente foto:
:
a) Los dedos del Niño.
b) Los ojos en su original textura.
c) El Paño del Niño en Burdeos y plata.
d) El precioso forro original en verde mar y plata.
e) La reintegración del estucado del manto.
f) El oro ya limpio y la policromía original que acentúan la
decoración.
Quiero
cerrar este breve ensayo con una cita de Santa Teresa, donde la doctora de la
Iglesia habla de S. José y nos anima a tratar con él y a tenerle devoción:
“Querría
yo persuadir a todos que fuesen devotos de este glorioso Santo, por la gran
experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios… Sólo pido por amor a
Dios, que lo pruebe quien no me creyere, y verá por experiencia el gran bien
que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción”, Libro de la
Vida, cap. 6.
Detalle del rostro de San José durante el proceso de restauración.
No
sería baladí que en el próximo 2014, ante momentos de perplejidad en nuestra vida,
nos preguntásemos todos: ¿Qué haría S. José en esta situación? Y con la luz de
su presencia y protección, tratar de imitarlo. Ésa es la mejor devoción a S.
José: vivir como él vivió, entregado a Dios y a los hombres. ¡Entremos en el
Portal de Belén con nuestros niños y nuestros enfermos con el mismo cariño que
S. José entró!
Detalle de la inscripción grabada en el dorso de la corona de S. José.
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