jueves, noviembre 07, 2024

A ORILLA DE LOS LIMONETES


Hace muchos años, en Talavera la Real, se contaba una antigua leyenda sobre las sirenas que habitaban en las aguas cercanas. Se decía que eran seres de extraordinaria belleza que ayudaban a los hombres en sus tareas y que moraban en los ríos y fuentes de la región.



Sirenas sujetando un escudo. Dintel Casa Morillo.


Una noche de luna llena, un pescador, Pedro, decidió aventurarse en las aguas de la Rivera de Los Limonetes en busca de la presa más grande de su vida. Mientras remaba en su pequeña embarcación, escuchó una melodiosa voz que lo llamaba desde lo profundo de la rivera. Intrigado, se acercó a la orilla y vio a una hermosa sirena que se peinaba su largo cabello con un peine de oro.


Pescador en la Rivera de los Limonetes


La sirena, Minerva, le pidió ayuda para encontrar un tesoro escondido en las aguas de la rivera. Sin dudarlo, Pedro se sumergió en las frías aguas y juntos buscaron entre las rocas hasta encontrar un cofre lleno de monedas de oro y joyas preciosas.

Agradecida por su ayuda, Minerva le concedió a Pedro un deseo. Él, sin pensarlo dos veces, pidió que el pueblo de Talavera la Real prosperara y que sus habitantes vivieran en paz y armonía por siempre.

Desde ese día, se dice que la suerte acompañó a Talavera la Real y que la presencia de las sirenas en sus aguas les traía prosperidad y fortuna. Y aunque la leyenda de Minerva y Pedro se fue transmitiendo de generación en generación, en el pueblo siempre se recordaba con cariño la historia de cómo un pescador y una sirena lograron unir sus destinos por el bien de todos.

Sin embargo, con el paso de los años, la historia de Minerva se fue desvaneciendo en la memoria de los talaveranos. La vida moderna trajo consigo nuevos desafíos, y los jóvenes comenzaron a alejarse de la rivera, distrayéndose con las luces y los ruidos de la localidad. Las enseñanzas de la leyenda parecieron perderse, y con ellas, la conexión con la naturaleza y la magia de las aguas.


Barca típica de los ríos y riveras de nuestra tierra.

Un día, en el corazón de Talavera, Lucía decidió explorar las orillas de la rivera. Era una soñadora, con la mente llena de historias sobre sirenas y tesoros perdidos. Cuando se sentó a la orilla, dejó que sus pies tocaran el agua fresca y cerró los ojos, imaginando que la melodía de la sirena resonaba en su cabeza.

De repente, sintió una suave brisa que agitaba su cabello y, al abrir los ojos, se encontró con una visión deslumbrante: Minerva, la sirena del pasado, emergió del agua con una brillantez casi etérea. Lucía quedó atónita, incapaz de hablar. La sirena sonrió con dulzura y le dijo que había venido a buscar a alguien con el corazón puro, justo como Pedro en su día.



Sirena en la lápida-sepulcro de la Iglesia parroquial.


"Las aguas de la rivera necesitan recordar su magia," dijo Minerva. "La prosperidad que tanto deseó tu antepasado ha comenzado a desvanecerse, y con ello, la protección que otorgamos al pueblo. Pero aún hay esperanza, Lucía. Debes ayudarme a recordarles a todos, la importancia de la armonía con la naturaleza y la unión entre ellos."

Lucía, animada por la revelación, reunió rápidamente a los niños del pueblo y les habló sobre la leyenda de Minerva y Pedro. Juntos, decidieron organizar un festival en honor a las sirenas, donde revivirían antiguos rituales y tradiciones que habían caído en el olvido. Los padres y abuelos inicialmente se mostraron escépticos, pero pronto la energía contagiosa de la niñez encendió la llama de la esperanza. El día del festival, la rivera de Los Limonetes se llenó de cantos, bailes y risas. Los aldeanos construyeron una gran ofrenda en la orilla, adornándola con flores. Minerva, observando desde las aguas, sintió cómo la magia comenzaba a fluir de nuevo. Cuando la luna llena iluminó el cielo, la sirena emergió, esta vez acompañada por otras criaturas del agua, y juntas entonaron una melodía que evocaba momentos de unión y paz.



La juventud disfrutando de la rivera de los Limonetes.


Minerva, conmovida por la devoción del pueblo, vio que su deseo de prosperidad podía restaurarse. Agradecida, les prometió que siempre protegería la rivera y que su hogar estaría bendecido siempre que creyeran en la magia de la naturaleza y en la fuerza de la comunidad.

Desde ese día, tal y como había ocurrido antes con Pedro, la prosperidad regresó a Talavera. La gente aprendió a respetar la rivera, a cuidar de su entorno y, sobre todo, a recordar la importancia de estar unidos. La leyenda de Minerva y Pedro volvió a ser contada, pero esta vez se añadió un nuevo capítulo: la historia de Lucía y cómo, a través de su fe y su amor por la naturaleza, revivió la antigua conexión entre el pueblo y las sirenas.

Y así, el ciclo de la leyenda se cerró, pero su magia siguió fluyendo a través de las aguas de los Limonetes, recordando a todos que lo más valioso en la vida está en la unión, la gratitud y el respeto por nuestro entorno.


LAURA NÚÑEZ SALGUERO. Noviembre 2024.


 BIOGRAFÍA


Laura Núñez Salguero, asistente de dirección, técnico en comercio internacional y escritora, nace en Talavera la Real, en 1997, donde crece y descubre su amor por los libros desde una edad muy temprana. En el CEIP San José es premiada por ser la persona que más libros había leído del centro. Posteriormente, en su instituto Bachiller Diego Sánchez es premiada por el relato El miedo más común y, unos años más tarde, en el instituto Zurbarán de Badajoz, con el relato La máquina del tiempo, hechos que desencadenan la publicación de su primer libro: Emociones de papel, en 2018.


En octubre de 2022, nos deleita con su segundo libro, El resurgir de las letras, enmarcado en el género literario de surrealismo mágico.

En la actualidad, continúa formándose en distintas áreas compaginando esa formación con la escritura, cada vez más presente en su vida, motivo por el cual se presenta a todo concurso que le resulta interesante. Se mantiene con el fiel propósito de acercar la lectura a los más jóvenes, por lo que este año, ha participado en la publicación de una limitada antología junto a otras escritoras de la mano de Diversidad Literaria, Cosechadoras de historias.





jueves, octubre 17, 2024

"MARA". Por Lázaro Caldera Gómez.

Me han vuelto a despertar los vencejos, pese a que el nido que tenían en la ventana del cuarto desapareció hace tres días. Sé que alguien lo tiró, aunque madre dice que se cayó en la última tormenta. No me lo creo. Seguramente haya sido padre, o Satur, con el azadón.

Como siempre. Los he visto hacerlo en las naves de fuera. Me alegra verlos de vuelta, revoloteando. No se rinden: se van lejos, y regresan a los pocos minutos con el pico lleno de barro. Sueltan el pegotillo y se van de nuevo, en un afán de albañilería que les llevará al menos otros tres días. Desde la cama oigo su murmullo y el de los tractores arando las parcelas que rodean el cortijo. Anoche, en la duermevela, se me llenó el cuarto de ranas.

Casi las podía tocar. Encendí la lámpara y allí estaban. Soplaba un viento suave que las metía en el cuarto. La febrícula hizo el resto. Unas saltaban, otras se movían lentamente con su andar pegajoso entre las mantas y las sábanas. Otras trepaban por los juguetes, los libros, la cómoda. Otras croaban sobre la ropa que dejé encima de la silla. Desaparecieron justo cuando dejé de sudar.

Huele a café y a pan tostado. El tintineo de la puerta se mezcla con la conversación de los vencejos. Acaba de llegar alguien. Sube un olor agrio y amargo, tanto que pica en la garganta. Es Satur.



A los buenos días Antonia, le oigo gritar. Satur no habla, grita. Su voz taladra cada pared de la casa y se mete en mi cuarto como si él mismo hubiese venido a levantarme de la cama, ocupando el espacio que fue de las ranas y ahora es solo mío y de los vencejos. El olor a tabaco y estiércol es tan fuerte que se pega y desplaza el de la lavanda que cuelga del cabecero de la cama. Me levanto, abro la ventana y me siento en el quicio. Padre ya ha empezado a trabajar en el tejado del silo. Arrastra una placa enorme de acero y la deja caer. Pum. Coge otra plancha, la arrastra, y pum. Así varias veces, hasta que queda cubierta toda la telilla del techo, verde como sus abrigos de los domingos. Cae otra plancha. Pum.

—¡Abuelo, abuelo!

Me zarandean como a un monigote. La sombra que tengo delante no se apiada de mí ni cuando abro los ojos. Me agita con fuerza desde los hombros. Tengo la tentación de arrearle un bastonazo, pero el flequillo despeinado le delata.

—Manolín, coño, ni trasvelarme puedo.

—Lo siento, abuelo, pero es que me ha mandado mi padre a buscarte.

—Dile que ahora voy, anda.

El pequeño sale corriendo y se mete en la casa, voceando. ¡Papá! ¡Papá! Dice que ahora viene. La respuesta grave de Manolo sale del salón como el murmullo de un motor lejano, ininteligible, difícil de traducir, en contraste con la voz de flautín de mi nieto. Ante la puerta, el todoterreno ocupa la entrada principal hacia el camino de salida. El morro parte por la mitad el nombre, en azulejos, del cortijo. La bici de Manolín, diminuta, apoyada contra el imponente coche, resume en esos escasos metros años de vida.

Hay ajetreo de gente dentro, cacharros que van y vienen, un vaso que se rompe, risas, la gravedad de ultratumba, otra vez, de la voz de Manolo, cavernaria, línea de contrabajo en la sinfonía. Huele a café, sí. Y a puchero. Cierro los ojos y oigo todo tal cual era y estaba.

Pum. Cae otra plancha sobre el tejado del silo. Pum. Y otra plancha.

Las manos de madre son como lijas, pero me gusta tocarlas. La izquierda es ligeramente más suave. Con esa agarra los platos, los cacharros, sujeta los botes cuando trata de abrirlos. La derecha es un caparazón de tortuga, porque con ella agarra, restriega con el estropajo, con la nana, con el cepillo. Hace fuerza en la tapa para abrir los botes, las latas, las garrafas, las botellas. Le podrían amputar la mano izquierda y seguiría tan campante, trabajando como siempre, como si nada hubiese pasado. Seguro. Pero para mí sería horrible, porque esa, su mano izquierda, es la mano suave. Los dedos, por arriba, también son casi caparazones de galápago. De galapaguitos chicos. Ahora también tiene que agarrar el azadón, las palas, la escoba larga de la era y la del silo. Y cuando Satur no puede, es ella quien arregla y coloca las planchas del techo.


Hay que acabar el tejado, limpiar bien el suelo y pintar las paredes, y hay que hacerlo pronto, que se nos mete el verano, dice. Cuando la oigo decir que se nos mete el verano, pienso en el verano como un señor que se quiere meter en casa y aprovecharse de nosotros. Tiemblo y se me erizan los pelos de la nuca. Se nos mete el verano, repite, con una brocha gorda en la mano, repasando otra vez una de las paredes del silo, y después la otra, y la otra de más allá. Y el verano mirando desde la puerta, frotándose las manos y riéndose con la boca abierta, babeando como un perro muerto de hambre que se sabe más pronto que tarde con la boca llena de carne de la presa que tiene delante.

Piensa también que esto un día será tuyo, y te tocará también arreglar el silo, y limpiar los chiscones, y el palomar, sobre todo el palomar, y cuando no haya campo, tendrás casa y cuando no tengas casa, tendrás campo. Eso es así hijo, me dice, mientras refriega la pared con el estropajo. Eso es así, murmulla, entre suspiros, limpiándose el sudor con la manga del jersey.

Tac, tac, tac. Las pisadas de Satur arriba, en el techo, suenan como saltitos de urraca. Pum. Cae una de las últimas planchas que remata el tejado del silo.

—Este puto cortijo nos va a quitar el pellejo. Sus muertos —se queja el viejo, con amargura.

—¡Esa boquita! —replica madre, severa, desde abajo.

—Bueno está, bueno está —rumia Satur, de vuelta. Todavía se le escapan más juramentos mientras se suena los mocos.

Dibujo con ramitas círculos y figuras en el polvillo del silo. Me aburro, pero no quiero separarme de madre, que a ratitos aprovecha para darle un trago a la bota de vino. Un goterón moradito le baja por la camisa hasta el pecho. Se limpia con el brazo. La miro. Me devuelve la mirada, sonreímos, pero no tardamos en bajar la cabeza, en volver a clavar los ojos en el suelo. Canturrea, pero termina llorando. Yo hago como que no la oigo ni la veo, pero sé que lo hace, porque siempre se pone de lado o de espaldas, le tiembla la cabeza, empieza a decir ay, ay, ay, muy bajito, y a mí me empieza a doler la garganta y a picar la cabeza. Entonces es cuando pienso que nos está mirando, y que por eso nos ponemos tristes. Porque nosotros no podemos mirarle a él. Pero él a nosotros sí.

—¡Papá! ¡Papá! ¡Chacho!

Manolo ha salido a fumar y me llama desde la puerta de la casa.

—Otra vez has caído —me dice con retranca.

Le veo venir. Sí, otra vez cerré los ojos, me dormí. Pero ahora los abro sentado contra la tapia del silo. No sé cómo he acabado aquí, sobre el poyo, a la sombra de la glicinia. Se aproxima poco a poco tras lanzar el cigarro por encima de la verja, con un movimiento leve pero hábil de dedos. Está moreno, ese moreno cobrizo que delata a los que tienen suerte de irse de vacaciones más de una semana al año. Le veo poco, menos de lo que querría.

Cualquiera diría que es la misma criatura que levantaba un metro del suelo hace casi nada y tenía que rescatar del techo del silo dos veces al día, cuando subía en busca de pichones y salamanquesas. No tenía narices de bajarse después.

Desde la profundidad de su garganta asediada por el tabaco y el alcohol, regresa con lo de tantas otras jornadas: que venda, que me olvide, que me vaya. Sobre todo, que me vaya. Que me voy a pudrir aquí, solo.

—¿Te acuerdas? —le digo, mientras acaricio el tronco de la glicinia. —Apareció un día, de repente. Tu madre dijo que la arrancáramos, que se iba a cargar la pared y nos iba a levantar el suelo de la casa. Yo le dije que no. Le echaste sal unas cuantas veces y mírala, tres leches le ha dado.

—Está imponente, sí —contesta, sonriendo.

No voy a vender, Manolo. No. No voy a dejar que lo poquito que tengo desaparezca, ni me voy a pegar los últimos días de vida mirando fotos con lástima, echando de menos lo que puedo decidir seguir disfrutando, o tirar abajo, quemar si quiero, ¿qué más da? Pero no, no soy capaz de decírselo. Lo pienso mirando al suelo, picando en el barrillo con el bastón. Él se enciende otro cigarro, de espaldas a mí, exhala el humo, una mano en el bolsillo, la otra paseando el pitillo entre los dedos como una monedilla. Bajo el coche distingo la sombra de Manolín, que sé que nos escucha.

—Si vendo, se lo explicas tú —le digo, señalando con el bastón al niño. Manolo arruga la frente

—Tira para adentro, anda —Manolo mueve la cabeza en dirección a la casa y mi nieto obedece como un perrillo amaestrado, pero veo que no llega a entrar. Se queda detrás de la pared baja del porche, entre las macetas. Manolo contraataca.

—Qué ganas tienes de joderte lo poco que te queda

—Mira Manolo, no digo que no seas feliz, pero coño, déjame a mí serlo hasta que me muera. Luego haz lo que te salga de los cojones con la casa —espeto, y el ladrón de pichones de poco más de un metro que no era capaz de bajarse del silo, se da la vuelta y se mete en la casa, como cada vez que lo bajaba del techo de chapa con los bolsillos vacíos.



Manolín viene corriendo y se abalanza sobre mí. Los ojillos gachos hablan por sí solos. Le digo que sí, que todo estará bien. Que volveremos a la charca a coger ranas. Que traeré gallinas, y cogeremos los huevos. Y volveremos a perseguir a los gatos chicos para limpiarles

las legañas y darles leche. Sonrío levemente y cierro los ojos. Un soplo de aire agita la glicinia. Las ramitas secas caen sobre las chapas oxidadas del silo, que tintinea, sutil, en un ensayo suave de granizada.

—Manolo, sube anda, mira.

Solo le veo los rizos. Todavía tiene fuerzas para encaramarse ahí arriba estando como está. Me espera donde siempre, sentada al final del tejado. Subo y me siento junto a ella. Sus rizos me dan en la cara y me hacen cosquillas. Desde ahí, ambos nos quedamos mirando a la charca. El viento trae una verbena de ranas croando.

—¿Y si hacemos un merendero y una casetilla allí? —me pregunta con una amplísima sonrisa en la que aguanta una ramita de hinojo.

—Por mí como si hacemos dos.

Le acaricio la barriga. El niño patalea. Ella me dice que hoy está revuelto, y yo solo quiero que siga igual de revuelto cuando venga al mundo. Que no pare quieto. Que nada le pare. Que nada le pare, Mara. Manuel, hijo, sobre todo eso, que nada te pare.

—¡Abuelo, abuelo! Que te duermes.

Manolín me despierta. Mira, me dice. Una ráfaga de viento se lleva por delante casi todos los tiestos del patio y arranca parte de los azulejos del nombre del cortijo. Le digo que no se preocupe por los tiestos y que vaya al chiscón a por un poco de cemento cola. Cuando vuelve, recogemos los pedazos y vamos pegándolos poco a poco. M-A-R-A-V… Manolo sale de la casa voceando, llamando al pequeño.

—¡Niño! Nos vamos. Espabílate. Manolín me mira con los ojos apagados.

—Vete anda. Ya termino yo —le susurro, guiñándole un ojo.

Me da un beso en la mejilla y me dice al oído que me ha dejado una cosa en la entradita. Sale corriendo, se monta en el coche, y Manolo pega un acelerón marcha atrás que envuelve todo el patio en una espesa nube de polvo. El coche se hace invisible nada más atravesar el portón.

Pego los últimos azulejos en la pared. I-L-L-A. Voy a la entradita, abro el cajón del mueble y saco la caja de cigarros que Manolín le acaba de robar a su padre. Enciendo uno. Los tiestos ruedan bajo los azulejitos verdes y azules. La chapa del techo del silo silba entre sus dientes rojos de óxido. Me siento bajo la glicinia, recostándome contra la tapia. En lo alto del tejadillo de la casa, una pareja de vencejos juguetea con la cuerda de tender. Hemos hecho lo que hemos podido, Maravilla. Y vuelvo a cerrar los ojos.





Lázaro Caldera Gómez (Talavera la Real, 1991).

Ha colaborado en fanzines y publicaciones nacionales e internacionales (Pabellón de Inadaptados, Aion, Zarracatalla Poética) explotando el fotorreportaje, el collage, el montaje fotográfico y la poesía visual. Ha publicado numerosos poemas y relatos, escrito artículos y colaborado en múltiples publicaciones literarias, entre ellas, la antología Siete formas de vivir (MaLuMa Ediciones, 2023) y la antología de cuentos El vuelo de la palabra, el cuento en Extremadura (Editorial Extremeña, 2024). Forma parte de la Tertulia Página 72 y del colectivo artístico ARTA.

martes, marzo 26, 2024

LA CONGREGACIÓN DE LAS HIJAS DE MARÍA Y LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Continuamos con la historia de cofradías, congregaciones y asociaciones religiosas existentes o desaparecidas de nuestro pueblo. En este artículo -para la Revista de Semana Santa 2024- trataremos el movimiento de la Congregación de las Hijas de María. Nos fijaremos en la Inmaculada Concepción de la parroquia y en la procesión del 8 de diciembre, a la que acompañaban con veneración las Hijas de María.


LA CONGREGACIÓN DE LAS HIJAS DE MARÍA

La congregación de las Hijas de María fue una asociación de ámbito religioso extendida por el orbe católico; para su fundación, ordenamiento y dirección, disponían de manuales o reglamentos. A esta asociación pertenecían grupos de jóvenes que entraban a formar de la misma, permaneciendo en ella hasta que se casaban.
Las Hijas de María eran todas solteras, pero no se ligaban con voto alguno, quedando en plena libertad para abrazar el estado a las que le llamaba su vocación espiritual, ya que algunas optaban por ingresar en la orden religiosa de Hijas de María. Tampoco estaban reñidos sus deberes con las atenciones domésticas u otros trabajos.
El objeto de la Congregación de las Hijas de María Inmaculada es la santificación de las socias mediante el culto de la Santísima Virgen en el misterio de su Concepción.
La desaparición de las Hijas de María fue un proceso de adaptación que, a principios de los años sesenta se estaba produciendo en el mundo católico como consecuencia del desarrollo y clausura del Concilio Vaticano II.

Texto

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Reglamento y documento para la admisión de las Hijas de María


Congregación de las Hijas de María en Talavera la Real

Las Hijas de María tuvieron presencia en nuestra localidad, como documentamos más adelante, por lo menos desde el siglo XIX hasta los años 60 al 70 del siglo XX. Las últimas responsables fueron: Luisa Gómez, Carmen Ardila, Ángela Gómez (mujer de Mariano Núñez) y Teresa Gómez.
Las cuotas más antiguas que se pagaron en la asociación fueron de 1 real que posteriormente se aumentaron hasta los 50 cts. Algunas asociadas pagaban menos o no pagaban porque económicamente no podían. Al abonar la aportación se les entregaba un recibo con el nombre y el importe que pagaban. Cada niña, encargada de cobrar las cuotas, tenía asignada una zona del pueblo.
Las Hijas de María celebraban la novena de la Inmaculada, para éste y otros ejercicios religiosos colectivos usaban velo blanco.
Otros fines eran las obras sociales, la prensa publica la ayuda de las Hijas de María talaveranas a los necesitados durante la Navidad de 1927: «También merece plácemes el acto realizado el domingo por las Hijas de María, quienes llevadas de sus humanitarios sentimientos repartieron ropas a los niños pobres…».

La medalla de las Hijas de María

El distintivo general de la asociación era una medalla con la efigie de María Inmaculada que, cogida con un lazo azul, se colocaban las asociadas en los actos religiosos. Nos hemos encontrado con varios modelos de medallas que pudieran pertenecer a diferentes épocas, una verdaderamente preciosa: en la parte frontal o anverso la Virgen coronada y en actitud orante, banda con AVE GRATIA PLENA (Salve Llena de Gracia); en el reverso bordeando la medalla CONGREGACION DE LAS HIJAS DE MARÍA y en el centro el anagrama HM (Hijas de María).

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Medalla de las Hijas de María de Talavera la Real


En el día de la admisión las encargadas repartían las medallas a las Hijas de María que acompañaban con un impreso, una oración o poesía, y también se les entregaba una estampa. Mostramos algunos de los cantos que se entonaban, éstos han sido grabados a «Tere la Frascorra», a quien le manifestamos nuestra gratitud:


Eres más pura que el Sol,                             María, aurora santa del cielo,

más hermosa que la perla                             estrella de Nazaret,

que ocultan los mares                                   esta noche cariñosa

Ella sola entre tantos mortales                    también te vengo a ofrecer.

del pecado de Adán se libró.                         Traigo lirios y azucenas,

Salve, salve, cantaba, María                         alelíes, tulipanes, y flores que me encuentro 

Y es más pura que un solo Dios                   Arrodillada a tus pies

Y en el Cielo una voz repetía                        te pido con dirección,

Solo tú, solo Dios, solo Dios.                       que a estas amiguitas mías

Sagrada María, purísima flor                       las mires con devoción.

Reina de los Cielos, 

Reina de los Cielos,                                       

mi madre y mi amor.

Eres la hermosura que a Dios cautivó.

Eres toda pura en su confección.



La ceremonia de boda de una Hija de María

La ceremonia de la boda es un momento importante para las Hijas de María. Llegaban a la Iglesia con la medalla colgada del cuello con la cinta azul. Durante la ceremonia del matrimonio portaban la medalla hasta que el cura bendecía la unión de los esposos, es en este momento, después de la bendición, cuando el sacerdote se dirigía a la mujer y le decía: «ya estás casada, te puedes quitar la medalla». Solía quitársela la madrina, alguna hermana o amiga, cuando la novia se subía el velo que le cubría el rostro.
A continuación, se dirigían a la sacristía para la firma de la documentación. Por fotos del evento podemos ver que ya no llevaban la medalla.

LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Historia iconográfica de la Inmaculada 

La lógica evolución de los estilos artísticos será la que determine el cambio en la iconografía de la Purísima Concepción. El modelo se desarrolla lentamente, no surgiendo en España hasta el siglo XV, teniendo que adaptarse a las representaciones concepcionistas medievales como son: el tronco de Jesé, Santa Ana triple, el Abrazo Místico, la Tota Pulchra y Alegoría de los Tallos o Sagrada Parentela.
Durante el siglo XVI se perfila uno de los modelos que luego se asociará a la Inmaculada Concepción, el de la Tota Pulchra: María rodeada de los símbolos de la Letanía Lauretana siendo coronada por Dios Padre o por la Trinidad.
A esta imagen se le asociará la mujer del Apocalipsis de San Juan: «Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas en su cabeza».
No se define claramente el modelo hasta el siglo XVII y en esta creación tienen un papel especial los artistas hispanos. El suegro de Velázquez, Francisco Pacheco, fue el impulsor y definidor de esta iconografía. En su libro Arte de la Pintura fijó con todo detalle los elementos y formas de las Inmaculadas sin Niño: mujer joven vestida con túnica blanca y con manto azul sobrepuesto, (así se apareció a santa Beatriz de Silva) con las manos juntas o cruzadas sutilmente sobre el pecho, en un fondo de nubes de tonos dorados y una cascada de querubines y angelotes.


Iconografía de la Purísima de Talavera la Real

La Purísima de Talavera con vestido blanco y dulce apariencia, representa la pureza, la virginidad. La cabeza suavemente ladeada dirige su mirada al Cielo. Las manos reposan juntas, suavemente sobre su pecho, en actitud de plegaria
La túnica blanca no lo es en su totalidad pues tiene intercalados grabados de color dorado a modo de corazones. El manto azul estrellado nos indica que es la Reina del Cielo, está sobre su hombro izquierdo, que en otras vírgenes aparece cruzado.
La corona de doce estrellas alrededor de su majestuosa cabeza, emparejándose con las doce tribus de Israel en su forma originaria.
Los pies de Nuestra Señora están sobre una peana, flotando sobre nubes esponjosas en un gran rompimiento de gloria. Aparecen a sus pies juguetones angelotes, uno de cuerpo entero y otros dos solo con sus cabecitas.
Probablemente los ángeles lampadarios, que han permanecido siempre en altar de la Pura, fueron comprados junto con la titular siguiendo el estilo de esta, bien a finales del siglo XIX o principios del siglo XX. Las tres imágenes forman un bello conjunto.


La Capilla de la Inmaculada Concepción

La imagen de la Inmaculada Concepción se encuentra en la iglesia parroquial de Talavera, en un retablo de la capilla llamada de los Gragera: «En el año 1718 don Alonso Gragera y su mujer doña Elvira Gragera, construyeron en la parroquia Nuestra Señora de Gracia de Talavera la Real una capilla-panteón bajo la advocación de Nuestra Señora de la Concepción».

Pintura de una persona con una estatua

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Retablo de la Inmaculada Concepción. Capilla de los Gragera


En 1879 Nicolás Díaz y Pérez en la Historia de Talavera la Real nos habla sobre la Inmaculada Concepción y de una Asociación de Hijas de María que veneraban y cuidaban de la imagen: «La Virgen de la Concepción. Vestida de raso, descubre la Imagen el modesto adorno de la pobre Virgen de Nazaret, en la que puso sus complacencias el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Patrona de la Asociación de las Hijas de María, es un recuerdo perenne de las virtudes que deben practicar las asociadas, viviendo en el centro de un mundo corruptor.
Conservase la Imagen en el mejor estado, por el cuidado no escasos de unas devotas señoras de la Villa, siempre deseosas de honrar con este y otros obsequios á la Madre de Dios, propagar la devoción a la Virgen y darla a conocer como la más provechosa al cristianismo.
Una capilla y altar decente completa el culto de la Imagen, espléndido en mejores días, como magníficos estuvieron los Sres. Condes de Torres-fresnos ó de Roche, y fundarla y dirigir por sí mismo el patronazgo de aquella».

Antes de la actual, existía otra imagen para ser vestida. En el año de 1886 hay referencias sobre ello: «En el día primero de agosto de mil ochocientos ochenta y seis Don Ramón María Barrantes y Gragera de esta naturaleza y vecindad me ha hecho entrega formal de los objetos que se expresaran para que las destine á los usos que estimen conveniente con tal que sean aplicables al decoroso adorno para las que estas ropas y demás han venido aplicándose hasta el presente, los Señores Curas párrocos de esta Iglesia».
Y, en ese mismo año de 1886: «Con el fin de atender al mayor culto y veneración de la Madre de Dios bajo el título de la Inmaculada Concepción que se venera en esta Iglesia Parroquial, y secundando los piadosos deseos de la vecina de esta Villa, María del Carmen Tienza y Viseas casada con Antonio Salguero y Pantoja, que ha manifestado con voluntad de cuidar asistir y … la imagen siempre que sea necesario … en las fiestas que se expone a la veneración de los fieles, como son en su novena y en todo mes de Mayo, he tenido a bien nombrarla camarera de la Virgen y al efecto le he hecho entrega de las ropas y alajas que a continuación se expresan: Una corona de plata Meneses nueva. Una caja con dos pulseras, un par de pendientes con muchas piedras y otros pares ya usados, una cadena de plata dorada de la pende un medallón o relicario. Una medalla sobredorada».
En el año 1929 se realizaron obras de fábrica en la capilla de la Virgen: «Se picó la Capilla de la Inmaculada alquitranando las paredes y luciéndola se colocó el friso de azulejos se puso nueva la mesa del altar se pintó la capilla y se le puso el arco de luz eléctrica de colores a la Imagen».

LA PROCESIÓN DE LA INMACULADA


El día 8 de diciembre celebramos en Talavera la Real la solemnidad de la Inmaculada Concepción con una procesión a la que acompañaban con fervor las Hijas de María. Una festividad mariana vinculada a una devoción española de siglos.
La imagen de la Inmaculada –que ya hemos descrito- es sacada de su capilla sobre andas de plata, éstas se compraron para la Purísima Concepción mediante cuestación popular. Posiblemente parte del dinero de las cuotas, aportadas por las Hijas de María, se pudieron dedicar a esta compra. También Luisa Gómez y las niñas de la escuela colaboraban organizando teatros para obtener un dinero que ayudase a la compra. Don Santiago Polo no permitía que estas andas se utilizaran para otro uso que no fuera para la Inmaculada.

Imagen que contiene interior, tabla, edificio, viejo

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Andas de plata para la procesión de la Inmaculada Concepción

Saliendo la comitiva por las calles de nuestro pueblo y abriendo la procesión iban tres jóvenes Hijas de María que portaban uno de los dos estandartes de que dispone la Inmaculada.
Foto en blanco y negro de un grupo de personas de pieDescripción generada automáticamente con confianza media
Foto en blanco y negro de un edificio

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Procesión de la Inmaculada Concepción. Hijas de María con el estandarte

En el transcurso de la procesión, el sacerdote -titular de la parroquia- cantaba la Salve revestido con la capa pluvial de color azul celeste bordada de tisú de plata, que luego luciría hasta la finalización de esta. También durante el recorrido se rezaba el Santo Rosario o se elevaban cánticos a María.



BIBLIOGRAFÍA

  1. P. ANGEL MARÍA ARCOS, S.J. “Reglamento de las Hijas de María Inmaculada” Madrid 1891
  2. HIJAS DE MARÍA, ASOCIACIÓN. Mercaba.org
  3. EL CORREO EXTREMEÑO. Año XXIV Núm.7.418 Pág.5 Badajoz 29 de diciembre de 1927
  4. VV.AA. “La Inmaculada Concepción en España: religiosidad, historia y arte”. Actas del Simposium (I) ¼-IX-2005. R.C.U.-Mª Cristina. Estudios Superiores de San Lorenzo del Escorial. Madrid.
  5. PACHECO, Francisco. “El Arte de la pintura, su antigüedad y grandezas” Simón Fajardo. Sevilla 1649”
  6. GARCÍA CIENFUEGOS, Manuel. “La esclavitud en las villas de Montijo, Puebla de la Calzada y Talavera la Real (1645-1744) Análisis de un comportamiento social.
  7. DÍAZ Y PÉREZ, Nicolás. “Historia de Talavera la Real. Villa de la provincia de Badajoz” Madrid 1879
  8. A.P.T.R. Archivo Parroquial de Talavera la Real. Tomo 1. Tomas de posesión e inventarios


Autores: Antonio Gómez Broncano y Cristóbal Cansado González



jueves, febrero 08, 2024

El Carnaval de Badajoz en la cultura popular: historia, identidad y tradiciones



Por IRENE COTRINA PÉREZ
Este artículo es un resumen adaptado de mi Trabajo de Fin de Grado (TFG).
Grado de Periodismo en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla.

“La ciudad de Badajoz, carente, por otra parte, de atractivos especiales que la identifiquen o la diferencien de las demás, ha encontrado en el Carnaval un elemento diferenciador de primer orden, convirtiéndose en una de las más importantes y participativas de Extremadura, con la presencia cada año de miles de pacenses y forasteros, entre extremeños y de otros lugares de España y el Portugal rayano”



El origen de los carnavales badajocenses

Desde la Edad Media hasta el día de hoy, en una sociedad influida por el cristianismo, los carnavales se convirtieron en la despedida de la ‘carne’ y de los “placeres terrenales” para dar comienzo a la Cuaresma.

El Carnaval de Badajoz es fruto de una larga tradición, cuya referencia más antigua y conocida apareció en el siglo XVIII en el Libro de Noticias de Don Leonardo Hernández de Tolosa, recuperado por el archivero de la Catedral don Carmelo Solís y publicado en 1992.

Seis años después, el profesor Javier Marcos Arévalo rescató y publicó Carnavales de la ciudad de Badajoz, varios documentos fechados durante el reinado de Fernando VII, época en las que se prohibía el Carnaval de la calle, manteniéndose así los bailes de máscaras de las distintas sociedades celebradas en lugares como el Casino, el Liceo de Artesanos, el Círculo Obrero, en el Salón Royalty, y también en lugares públicos como el Teatro López de Ayala o el Paseo de San Francisco.

Estos bailes fueron el primer antecedente que se conoce del Carnaval hasta llegar al punto actual y convivían con el regocijo y el bullicio de las calles de Badajoz. Aunque el testimonio más antiguo data de 1769, este no termina por consolidarse como fiesta popular hasta el siglo XIX.

Alberto González, cronista de la ciudad, cuenta en una de las revistas del Carnaval del Ayuntamiento de Badajoz que “en ese momento, el Carnaval de Badajoz comenzó a gozar de una época dorada con sus ‘estudiantinas’, es decir, grupos de jóvenes que hacían coplas picantes e irónicas y las iban cantando por la ciudad, sus bailes en el López de Ayala, las batallas florales en la calle Santo Domingo y encuentros en la plaza de España o en la de San Andrés. Las clases más pudientes incluso organizaban fiestas privadas llamadas las “micareme”, importadas de Francia y que no tenían fecha fija.

Asimismo, el Diario de Badajoz, uno de los grandes cronistas de la fiesta, recoge que “en el Carnaval de 1885 destacaron elegantes trajes de máscara, como el de mestiza filipina, guardia francesa, escocesa o de Madame Angot”. Por otro lado, las Ordenanzas Municipales de 1892, tal como recoge Alfaro Pereira, autor pacense, en sus Estampas retrospectivas, “prohibieron el uso de armas en los disfraces, no ridiculizar a las instituciones y tirar objetos que resultaban bromas demasiado pesadas”.
Foto en blanco y negro de un grupo de personas de pie

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Foto 1: Estudiantina con trajes de arlequín
Fuente: cronicasdetalavera.blogspot.com

Los carnavales en Talavera la Real: reideros y máscaras

Cristóbal Cansado y Antonio Gómez, vecinos del municipio pacense de Talavera la Real, cuentan en su blog: https://cronicasdetalavera.blogspot.com/ que “estos locales se adornaban para la ocasión con guirnaldas, serpentinas, farolillos y las típicas piñatas, alrededor de la que se ejecutaba el ‘baile de la piñata’”. Además, en estos lugares “era práctica habitual conceder premios a los mejores disfraces y a las coplas más ocurrentes”, explican los vecinos. Los disfraces de esos años se caracterizaban por la utilización de todo tipo de prendas en desuso. Según Cansado y Gómez, “si el disfraz era femenino, recurrían a los refajos (que adornaban con volantes, puntillas, lazos…), las blusas de encajes, las medias listadas, los velos, las mantillas, las peinetas, flores para la cabeza —llamadas palomitas—, largos collares y grandes pendientes, recreando una imagen popular y a veces folklórica de sevillanas, gitanas, pastoras o labradoras”. Si por el contrario el disfraz era masculino, “aparte de buscar el personaje popular (marineros, pastores, gitanos, labradores…), se puso muy de moda el arlequín, payaso y pierrot —personaje popular del teatro francés que se caracteriza por llevar un traje blanco y grandes botones”, explican. Para el maquillaje recurrían a todo tipo de condimentos, como el azafrán, la cúrcuma o el carbón.

Por último, en cuanto a la música y las canciones, tenían una gran importancia en el desarrollo de los carnavales. “Para ello, empleaban elementos como las sonajas, castañuelas, panderetas y botellas de anís; para los muy expertos, guitarras, bandurrias, acordeones y laudes”, cuentan los vecinos de Talavera la Real.

En una época de Carnaval, todo era motivo de crítica, “así que las letras expresaban con toda claridad el desacuerdo con alguna situación política, narraban algún suceso reciente o alguna moda de dudosa aceptación”, añaden.


Foto 2: Reideros y máscaras.
Fuente: cronicasdetalavera.blogspot.com

La prohibición franquista de la celebración del Carnaval

Durante los años treinta del siglo XX, el Carnaval de Badajoz pensó que llegaba su fin. Aunque los pacenses seguían saliendo a la calle, lo hacían en menor número y sin careta, puesto que las fiestas de tinte carnavalesco se prohibieron con la llegada de la Guerra Civil por parte del General Franco, que obligó a desaparecer de los espacios públicos de la ciudad todo tipo de disfraz y el uso de la crítica.

Finalmente, la fiesta fue prohibida en 1937 debido a la dictadura, aunque no llegó a desaparecer del todo: los carnavaleros de la ciudad seguían celebrándola de forma clandestina en sus casas. Tras la muerte del dictador Francisco Franco, en 1975, el Carnaval se convirtió en una lucha por la libertad de expresión y se vio inmerso en una guerra contra la moral religiosa impuesta por el régimen franquista.

La evolución del Carnaval pacense

Por ello, no fue hasta los años 80 cuando el Ayuntamiento de Badajoz se puso manos a la obra en la organización de las distintas actividades que tendrían lugar más adelante. Estos años son esenciales en la historia del Carnaval pacense, pues se produjo una explosión de la participación de miles de personas que salieron a la calle disfrazadas bajo el grito de guerra: “¡eo Badajoz, Badajoz, Badajoz!”.

Ya fue bajo la alcaldía de Manuel Rojas Torres, también miembro de la murga “El Guatinay”, cuando se impulsó la fiesta y se realizó una gran difusión del Carnaval fuera de la provincia extremeña e incluso se creó una televisión local que únicamente emitía durante los días de celebración.

Los disfraces salían de los baúles de las abuelas y de los ‘doblaos’. Los más carnavaleros lucían batas, faldones, mantones, pañoletas, capas, camisones, abrigos o gabardinas. Tal como contó Paco González en el pregón de la Exaltación, en 1982 aparecieron las primeras agrupaciones que abrieron la historia del concurso en el López de Ayala. “Los vampiros mexicanos”, “Romancero extremeño”, “La quinta de los 101 dálmatas”, “Los Guatinay”, “Las Majaretas” o “Las Esmeraldas” fueron algunas de las muchas murgas. En ese mismo año también nacieron las primeras comparsas, como “Los querenquenqueles”, “La movida carioca”, “Las dulces venenosas”, “Bamboleo” y “Los Artiviri”.


Foto 3: Las Esmeraldas, murga ganadora del Carnaval de Badajoz 1983.
Fuente: ProProNews (Periodismo Personal de Profesionales Probados)

El ‘Carnaval nuevo’

Tras el paréntesis que supuso el régimen franquista, el Carnaval de Badajoz volvió a lo que fue de forma espontánea en 1980. Durante esta década, la fiesta se fue consolidando poco a poco hasta lograr convertirse en lo que es actualmente. El ‘Carnaval nuevo’, conocido así por ser la reformulación de la fiesta de Badajoz tras la dictadura de Franco en España a partir de los años 80 del siglo XX, debe mucho a un grupo de personas encabezadas por José Manuel Villafaina, edil del Ayuntamiento de Badajoz, tal y como lo cuenta Francisco González en el pregón de la Exaltación de 2023.

Éste y un grupo de poetas, pintores y estudiantes salieron a las calles de Badajoz en febrero de ese mismo año, y consiguió la aprobación de su propuesta de Carnaval el 14 de marzo.

Ahí nació la fiesta pacense, de la mano de este grupo que transmitió la idea al entonces alcalde Luis Movilla, y a su concejala de Ferias y Fiestas, Marisa Nogués, quienes apoyaron “este parto que llegó con fórceps”, según Francisco González, debido al golpe de Estado perpetrado por un guardia civil que estuvo destinado en la ciudad, Antonio Tejero.

El golpe de Estado retrasó la llegada de la fiesta al mes de marzo para que el país volviera a la calma siguiendo las indicaciones del gobernador civil de la época, Lorenzo Martínez Fresneda. Y, tras este revuelo, despertaron nombres históricos de la fiesta, como Luis Poblador, José María Pagador y los hermanos Rodríguez, quienes en esa reunión en el bar El Tronco, colocaron los cimientos de lo que hoy es el Carnaval de Badajoz.


Foto 4: Comparsa Los Lingotes en el Desfile del Carnaval de Talavera la Real de 2011
Fuente: Archivo Antonio Gómez/Cristóbal Cansado


José Manuel Villafaina, uno de los principales impulsores del ‘Carnaval nuevo’, escribió en el medio digital ProProNews que en 1988 el periódico El País publicó que el Carnaval pacense se había convertido en “El tercero de España”. En el reportaje, Villafaina explica que “desde ese año hasta 1995, que Gabriel Montesinos asumió la alcaldía, la fiesta seguía teniendo el mismo éxito, a pesar de ciertas meteduras de pata de Patrocinio Barquero, la edil responsable. En 1994 y 1995, con la concejala Ángela Camacho al frente, la fiesta alcanzó su mayor difusión, con el fin de convertirla en el mejor escaparate turístico de Badajoz”.

Foto 5: Comparsa Atahualpa en el Desfile del Carnaval de Talavera la Real de 2011
Fuente: Archivo Antonio Gómez/Cristóbal Cansado

Los años posteriores, se inauguró el Carnaval de la barriada de San Roque y con él, el ‘Entierro de la Sardina’, que adquirió popularidad como colofón de la fiesta. En cuanto a los medios de comunicación, según la página oficial del Carnaval de Badajoz, “la fiesta adquirió notoriedad en España y en Portugal, gracias a una campaña de promoción realizada a través de la prensa nacional, la televisión y la radio”.


Foto 6: Entierro de la Sardina en el barrio de San Roque (Badajoz) en 2023
Fuente: FotoBadajoz

El Carnaval de Badajoz es una de las fiestas más populares y arraigadas dentro de la cultura extremeña, y es considerado uno de los carnavales más grandes de España, pues además de estar declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional, es también Fiesta de Interés Turístico Nacional por parte del Gobierno de España y de Interés Turístico Regional, cuyo título concedió la Junta de Extremadura.


Foto 7: Comparsa El Vaivén, ganadora del Gran Desfile de Comparsas del Carnaval de Badajoz de 2023
Fuente: Archivo de Irene Cotrina

El sentimiento carnavalero

El Carnaval pacense, desde sus inicios, apuesta por la actividad en la calle. Por ello, lo que más destaca son las comparsas, las cuales mantienen el pueblo unido bajo una misma razón y prevalece la originalidad por encima de todo. Para algunas, el disfraz constituye el verdadero sentido de la fiesta, por lo que trabajan todo el año para conseguir que cada Carnaval supere al anterior. Además, tocan diferentes instrumentos e inventan sus propios ritmos para acompañar a la coreografía durante el Gran Desfile de comparsas del Domingo de Carnaval, que reúne a más de 11.000 participantes y donde unas 55 comparsas desfilan con vistosas coreografías.

Otra de las modalidades que constituyen el Carnaval de Badajoz son los grupos menores, compuestos por un máximo de 30 personas y cuyo principal objetivo es pasárselo bien.

Por otro lado, también participan los artefactos, vehículos sobre ruedas transformados o fabricados ex profeso de tamaño medio o pequeño que eligen una temática y van animando al público con su música.

Por último, pero no menos importante, las murgas. Son grupos musicales integrados entre 10 y 15 personas, más cinco figurantes. Representan la voz del pueblo. Sus canciones transmiten lo que normalmente no se dice (o no se quiere decir) con la gracia propia de los pacenses. Estas actúan sobre las tablas del Teatro López de Ayala en el COMBA (Concurso Oficial de Murgas del Carnaval de Badajoz), en el que se valora la música, la letra, los trajes, la puesta en escena y sobre todo, quién divierte más al público. Durante 20 minutos hacen soñar sus guitarras, cajas, pitos, platillos y bombos, y cantan ingeniosas letras. Posteriormente, salen a la calle y actúan en bares, parques, plazas y centros de todo tipo.

La importancia del Carnaval pacense

Según el periodista gaditano Bartolomé Llompart, “el Carnaval es como un Periodismo cantado”. Y, tal y como recoge Anna Cristini en su ensayo El Carnaval de Cádiz: un Periodismo cantado, “es una forma de comunicación de masas irreverente, políticamente incorrecta, pero eficaz y amada por la gente”.


Foto 8: Murga Los Chungos en el Teatro López de Ayala (Badajoz)
Fuente: Archivo de Pablo Estévez

Por otro lado, según el Museo del Carnaval de Badajoz, inaugurado en 2007, “el Carnaval representa lo más arraigado de la conciencia de grupo. Su extraordinaria implantación social se explica por la solidaridad y el impulso que surge del seno de los grupos, de las familias y de los amigos, frente a la singularidad de las máscaras y del individuo por libre”.


Foto 9: Museo del Carnaval de Badajoz
Fuente: Archivo de Irene Cotrina

Foto 10: Comparsa Dekebais en el Gran Desfile de Comparsas del Carnaval de Badajoz de 2023
Fuente: Archivo de Irene Cotrina

BIBLIOGRAFÍA


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● Museo del Carnaval – Carnaval de Badajoz. (s. f.).

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